Tapis

Sunday, September 05, 2010

Una serie de catastróficas desdichas... Un mal principio en Darmstadt.


Siento decirte que el blog que tienes en tu pantalla es extremadamente desagradable. Cuenta una triste historia de dos mexicanos con muy mala suerte, que llevan en Alemania una semana llena de desgracias e infortunios...

Nuestra desgracia en Alemania comenzó desde el momento en el que nos subimos al avión, un jumbo de Lufthansa. Mi situación para ese entonces ya era un poco negra, porque llevaba los últimos dos días sin dormir, e ilusamente creía que en el avión podría descansar. Mi mayor preocupación era que el asiento de Tor era un poco lejos del mío, pero por suerte logramos que una alemana le cambiara de lugar. Pero desgraciadamente, los dos estábamos encerrados, cada uno con otro pasajero a un lado, sentados en unos asientos sumamente apretados y sin ninguna consideración ergonómica para los pasajeros. No podíamos levantarnos al baño o a estirar las piernas sin molestar a alguien.

Dormí sentada la mayor parte del camino (los asientos se reclinaban como medio grado) , aunque me levanté con la sensación de no haber descansado en lo absoluto. Los dos únicos placeres que tuvimos en el avión fueron las abundantes comidas, y la última película de Shrek.

Cuando el avión finalmente aterrizó en Frankfurt, estábamos desvelados y nos bajamos cargando cada quien 2 mochilas, un backpack de seis kilos (era el peso máximo permitido) y una mochila con nuestras laptops. Después de una larga fila para salir, de perdernos en los confusos corredores del aeropuerto y de formarnos 20 minutos en una fila que no era la correcta, encontramos las bandas para recoger el equipaje. Entonces cada quien agarró un carrito (menos mal que habían carritos) y los cargamos con nuestros 55 kilos de equipaje (110 kilos en total) distribuidos en 2 maletas gigantes de cada quien y las backpack y mochilas antes mencionados.

La entrada en el país fue de lo más fácil. No había nadie de aduanas, no había ningún retén de seguridad, ninguna inspección aleatoria, vamos ni siquiera había un guardia. Cruzamos la puerta con nuestros carritos de equipaje y encontramos a Hannah esperándonos. Desvelados y medio zombis, fuimos al baño y a cambiar divisas y Hannah nos guió hacia la parada del camión, que era como una parada cualquiera en la calle. Llegó el camión y nosotros mismos tuvimos que subir nuestro maleterío a la cajuelita de abajo, nos subimos y Hannah le pidió al conductor los tres boletos y cada quien pagó lo suyo. En el camino pudimos ver una vista increíble del aeropuerto, y después unos paisajes de campo algo pintorescos. Las tres neuronas que aún me servían me sugerían que tomara video y fotos, pero el resto de mis neuronas muertas no respondían y en lugar de tomar fotos me quedé jetona.

Para ser sincera, mi memoria sobre los siguientes sucesos es como un torbellino de ideas vagas sobre las que prevalece un sólo recuerdo: el dolor en mis hombros, mi espalda y mi cuerpo en general, provocado por cargar dos mochilas y arrastrar dos maletas gigantes por media ciudad. Nos cambiamos de autobús varias veces, cada vez subiendo y bajando las maletas del autobús nosotros mismos. Pero el clímax de nuestra pesadilla fue cuando nos bajamos del último camión y tuvimos que arrastrar las maletas por la Mauerstrasse como media cuadra (pero cuadras de Alemania, así como de 200, 300 metros). Y cuando creímos que lo peor había pasado, Hannah nos dice que vive en el tercer piso y que la casa no tiene elevador.

Menos mal que los tíos de Hannah vivían en el primer piso, porque si no, yo no sé que hubiéramos hecho con las maletas. Tor y yo dejamos nuestras cuatro maletas gigantes y mega pesadas en la sala de los tíos. Subimos al pequeño departamento compartido por cuatro estudiantes y yo dejé mi mochila de 6 kilos finalmente. Descansamos un rato, y luego fuimos a dejar a Tor al hostal en que le habían reservado.

La primera noche dormí pésimo. Me quedé dormida muy temprano, por el cansancio acumulado seguramente, y a las 3 de la mañana sin razón alguna y sin previo aviso mis ojos decidieron abrirse y se negaron a cerrarse hasta las 5 o 6. Jugué cada juego que encontré en mi ipod, escuché música, leí, probé cerrar los ojos a la fuerza, y hasta me deprimí un rato. Hasta que empezó a entrar luz matutina por la ventana no logré conciliar el sueño.

La mañana del martes había llegado y en lo que Hannah iba a recoger a Tor al hostal (porque ni él ni yo sabíamos usar los autobuses) yo traté de recuperar un poco del sueño perdido. Hannah nos preparó un desayuno tradicional alemán de pan, queso, mantequilla, una especie de pate y mermelada. TODO JUNTO. Aunque raro sabía buenísimo. El queso más chafa aquí hace que el nuestro sepa a plástico. Y el pan acá es como las tortillas allá, hay muchos tipos y lo usan para todo. El desayuno alemán nos alegró la mañana pero no nos preparó lo suficiente para enfrentar lo que nos esperaba.

Hannah caminando por las calles de Darmstadt

Llegamos a la oficina de Frau Nothnagel, la encargada de la oficina de Programas Internacionales (PI). Ibamos muy felices, porque en la mañana cuando Hannah iba a recoger a Tor se encontró a Frau Nothnagel y ella le dijo que ya había un cuarto disponible para uno de los dos. ¡Oh, decepción! Llegamos, y la Frau Nothnagel, una señora ya mayor, flaquita, sonriente y muy dulce, la méndiga nos dice que el otro mexicano, Daniel Estrada, llegó un poco más temprano y que el cuarto se lo había dado a él. Y nosotros, ignorantes del terrible proceso que nos esperaba, respondimos sonrientes que no había problema, pensando ilusamente que de todas maneras pronto nos encontrarían cuarto. Como no entendíamos ni pío de alemán todavía, Frau Nothnagel le dio un montón de instrucciones a Hannah y salimos con una lista de las cosas que hacer. El lugar numero uno de la lista, lo ocupaba una inocentemente malévola instrucción que decía "1. Conseguir cuarto."

Y la pesadilla del Studentenwerk empezó... El Studentenwerk, es un departamento de la Universidad Técnica de Darmstadt que rivaliza con cualquier institución pública mexicana en caos, desorganización, caos, burocracia y caos. E incidentalmente era precisamente la oficina a la que teníamos que acudir para conseguir un cuarto donde vivir. El primer gran problema de la oficina fueron sus horarios. La oficina abre sus puertas la público la asombrosa cantidad de 3 horas diarias, 4 días a la semana. Así como en México hay tiendas que abren 24/7, ésta maldita oficina abría 3/4. Y ese Martes llegamos al Studentenwerk pasadas las 12 y ya habían cerrado. Una mujer un poco mal encarada le respondió un par de preguntas a Hannah y explicó que el "sencillo" procedimiento consistía en bajar de Internet la lista de cuartos disponibles e ir a buscarlos tú mismo.

Y a buscar se dijo, y buscamos y buscamos y buscamos... pero la lista en Internet no estaba. O más bien sí estaba, pero estaba vacía. Bueno, pensamos aún optimistas, vayamos directamente a Karlshof, la residencia más popular de Darmstadt, y veamos si ahí encontramos cuartos. La suerte nos sonrió por un breve instante y Hannah encontró a otro chavo alemán que también buscaba cuartos y él sí tenía la lista. La copiamos y nuestra peregrinación por los 925 cuartos de Karlshof, repartidos en cuatro bloques de edificios de entre 4 y 12 pisos. En cada departamento (aquí les llaman WG) hay una sala y una cocina común, un par de baños, y entre 4 y 13 habitaciones individuales.

La peregrinación fue sumamente cansada, y en general bastante infructuosa, pues ni Hannah ni nosotros entendíamos aún cómo era el proceso de adquisición de un cuarto, y los inquilinos de Karlshof tampoco parecían saber nada. Algunos de los cuartos que venían en la lista ya estaban ocupados, otros estaban vacíos pero los estudiantes que vivían en el WG no tenían ni idea de lo que teníamos que hacer. La mayoría nos decían que fuéramos al Studentenwerk... ¡claro, regresen a la oficina que los mandó aquí en primer lugar, eso tiene tanto sentido!

No entendíamos nada, pero Hannah poco a poco comprendió que los inquilinos del WG, los que podrían ser nuestros futuros roomies, debían entrevistarnos y decidir si nos daban el cuarto. Tras lo cual el procedimiento era un poco misterioso para nosotros, y sólo sabíamos que debíamos llevar al Studentenwerk un papel con las firmas de los 3 o 4 inquilinos actuales certificando que aceptaban vivir con nosotros... Excepto que en la mayoría de los departamentos sólo había uno o dos inquilinos (si es que había alguien) y los otros quién sabe a qué horas llegarían. Además la mayoría de los inquilinos, después de entrevistarte, te decían que tenían que discutirlo con sus otros roomies y que ellos contactaban con nosotros en cuanto tomaran una decisión... lo cual podría ser hasta el 15 de Septiembre... sobra decir que cuando escuchamos la fecha casi nos atragantamos del susto.

No hay problema, pensamos los pobres diablos de nosotros, esto de buscar departamento de puerta en puerta no tiene sentido. Mejor contactamos a la oficina del Studentenwerk o mañana vamos y aclaramos el procedimiento. Y llamamos hasta el cansancio y nadie contestó, y mandamos mails y nadie contestó, y para colmo de males, nos percatamos que de los 4 días que abría la oficina, el miércoles no era uno de ellos. Entonces no había lista, no había información, no había contacto, y teníamos que esperar hasta el jueves para ir a la maldita oficina. ¡12 Euros más para el hostal de Tor!

Para esas alturas en nuestra frustración (corrijo, MI frustración... Tor es impasible ante la adversidad jaja) yo ya odiaba al maldito Daniel Estrada por robarnos el cuarto que nos iban a dar, odiaba a la maldita Nothnagel por no hacer su trabajo y no asignarnos cuarto, odiaba mas que a nadie al maldito Studentenwerk por su ineptitud y sus malditos horarios y Tor cuya impasibilidad no estaba exenta de cierta irritación me reclamó por el repetido uso de la palabra "pinche" en mi vocabulario.

Derrotados y pesimistas fuimos al Deutsche Bank a intentar abrir una cuenta de banco para no andar cargando con tanto efectivo. Pero no podíamos abrir ninguna cuenta hasta tener un domicilio al cual nos mandaran nuestras tarjetas y nuestros PINs. La única empresa exitosa que tuvimos el martes fue la de comprar una tarjeta para viajar en autobús y tren todo el mes. Además de eso comí por primera vez Kebabs, que es una especie de torta turca con carne de trompo, que obviamente sabe muy diferente a nuestra carne preparada en trompo, y una salsa mayonesosa... lo más cercano que hay aquí a los tacos al pastor.

El miércoles dormí la noche entera, pero me dormí tarde porque Hannah es, además de extremadamente amable, extremadamente platicadora, y nos levantamos temprano para ir a la reunión de bienvenida para los estudiantes extranjeros. Antes, Hannah nos llevó a desayunar a una panadería riquísima y muy barata donde probé unos Berliners (como bollos dulces rellenos de mermelada y espolvoreados con azucar glas) buenísimos. La reunión fue en el Schloss o castillo, del cual hablaré en otro post en el que describa la ciudad. Nos dividieron en grupos y nos asignaron un tutor, el cual nos explicó un montón de cosas. Nos regalaron chips o tarjetas SIM con un número telefónico local y 10 euros de saldo.

En la tarde la peregrinación en busca de departamentos continuó, esta vez liderada por uno de los tutores y acompañados de otros 10 estudiantes extranjeros en la misma penosa situación que nosotros. Caminamos como locos, cargando nuestras mochilas llenas de cosas de valor, y al final no encontramos nada. Los cuartos o no había nadie, o eran demasiado caros, o los inquilinos aún no decidían nada.

Regresamos al departamento de Hannah, y Tor y yo nos quedamos dormidos de puro cansancio en lo que Hannah iba de compras. En la noche, Andrea, una amiga de Hannah y su marido, vinieron a cenar y jugamos juegos de mesa. Andrea y Hannah prepararon una receta muy rara, con un guisado de pepino (SI, PEPINO DEL QUE LE PONES SAL CHILE Y LIMÓN) el cual nos comimos con papas cocidas. Estaba muy rico también. Y luego jugamos un jueguito alemán llamado Menschen, que consistía en sacar seis con un dado para mover a todas tus fichitas a través de un caminito hasta llegar al otro lado sin que los otros te las coman. Tor ganó. Yo sacaba puros unos en el dado.

El jueves en la mañana nos dieron un tour por toda la ciudad (como si no hubiéramos caminado suficiente ya) y en cuanto abrió el studentenwerk fuimos a perder el tiempo con sus trámites. Había un español furioso, hablando por teléfono con su mamá y mentando madres, una fila de como 40 estudiantes amontonados todos en un pasillo y hasta los tutores estaban enojados porque la lista de cuartos libres cuando nos la dieron dijeron que teníamos que ir a checarlos porque "no sabían cuales estaban ocupados y cuales no".

Después de mucho discutir por fin entendimos que el sistema del Studentenwerk está pensado sólo para estudiantes que viven en Alemania y que pueden ir a visitar las residencias un mes antes de llegar. Cuando un cuarto se libera, los inquilinos tienen un mes para entrevistar candidatos a vivir ahí y escoger a uno. Si no escogen a nadie, el cuarto lo puede asignar el Studentenwerk si cualquier estudiante lo pide. Excepto que para pedirlo tienes que saber que cuarto está disponible y si ni el mismo Studentenwerl lo sabe... Al final dijimos que ya habíamos ido a ver los cuartos y escogimos dos que recordábamos que estaban bien. Pero cuando entramos por fin a la oficina para hacer la reservación, nos dijeron que ambos cuartos estaban escogidos y nos dieron a escoger de los cuartos que había prácticamente a ciegas... Lo cual podríamos haber hecho desde México dos semanas antes de llegar, y nos hubieran ahorrado muchos gastos y penurias... Para colmo de males ese día en la tarde teníamos un examen de ubicación para las clases de alemán y no llegamos por estar en el mugroso trámite.

En la tarde finalmente pudimos abrir la cuenta de banco, aunque no se activa hasta la próxima semana. Y en la noche fuimos a una feria de vino que había en el centro. Toda una calle estaba llena de puestos de vino, queso, crepas, dulces, y flamm kuchen o pasteles de cebolla.

Tor, Hannah y yo en el WeinFest

El viernes firmamos el contrato en la mañana, fuimos a recoger las llaves a las residencias, llevamos las maletas grandes con ayuda del tío de Hannah y antes de que pudiéramos siquiera instalarnos ya teníamos que estar de regreso en el Schloss para un Rally que organizaron los tutores. Claro, como todos los demás estaban ya instalados en sus cuartos desde el lunes, eramos los únicos pobres diablos acabadísimos, desvelados, cansados y hartos... Pero el rally estuvo super divertido. Nos tuvieron dando vueltas por la ciudad de juego en juego. Nos hicieron aventar un huevo envuelto en papel y popotes para ver quien lo aventaba más lejos sin romperlo, meternos a una fuente (ese ni tor ni yo lo hicimos), hacer una cuerda de ropa usando solo ropa que trajéramos puesta (Tor y todos los hombres del equipo acabaron en puros boxers en una plaza en media ciudad), hacer carreritas de relevos a la mitad de las cuales había que tomar un vaso de cerveza (ni disfruté mi primer cerveza alemana), hacer una pirámide humana de tres niveles (ese fue todo un reto, querían que yo trepara hasta arriba por ser la más flaquita pero no quise porque me iba a matar y una española trepó hasta arriba.) y cantar una canción en alemán en una de las plazas principales.

Y como si eso no hubiera sido suficiente ejercicio, además en la noche hubo un tour de bares por la ciudad en la que nos dieron descuentos y que acabó hasta las 3 de la mañana.

Sobra decir que el sábado estaba tan exhausta de toda la primera semana que dormí todo el día. Y el domingo ni pude ir de compras porque todo estaba cerrado. Pero por lo menos ya tenía donde vivir, tenía privacidad e independencia, y sobre todo, INTERNET.

Y así acabaron las penurias de la primera semana en Darmstadt, pero por suerte todo acabó bastante bien.


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