Tapis

Tuesday, February 22, 2011

De Italia al Funeral de mi Compu

Hace ya mucho tiempo que no escribo, y tengo mucho que contar. Desde el viaje por Italia, hasta la muerte de mi computadora.

El viaje a Italia en general me decepcionó mucho. Roma fue la única excepción, vimos tantas cosas que no se ni cómo nos dio tiempo. El primer día Philippe se nos unió y el segundo Hugo, y seguro que todos me odiaron un poco porque anduve como gendarme apurándolos a todos para ver todo lo posible.

El primer día salimos hasta en la tarde/noche y fuimos a ver el centro de Roma. Vimos el panteón de Agripa, aventamos una monedita en la Fontana di Trevi, vimos el atardecer en la Plaza España, y comimos una especie de dona con nutela en la Plaza Navona, donde todavía había un mercado navideño.

El segundo día fuimos a ver las ruinas romanas, que yo tenía mucho interés por ver porque mi hermano me había pedido fotos. Pasamos por el Parco di Traiano, donde se encuentra el Domus Aurea, los restos del palacio que el emperador Nerón construyó y para el cual quemó una buena parte de Roma porque necesitaba espacio. Pero tristemente no vimos mucho del Domus Aurea y no había suficiente tiempo para buscar bien la entrada.

Mucha gente me había dicho que el Coliseo era mucho más pequeño de lo que se imaginaba, pero tal vez por eso, a mí me pareció mucho más grande de lo que esperaba. Eso sí, en el Coliseo empezó la pesadilla italiana. Nos metieron a los turistas como reses a un pasillo de como 5 metros atascado de turistas sin orden alguno, a embestirnos unos a otros por más de una hora para llegar a la ventanilla y comprar un boleto bastante caro, para el cual no había descuento de estudiante a menos que fueras ciudadano de la Union Europea.

Pagamos el ticket con gusto porque el Coliseo lo valía y porque además incluía la visita al Foro Romano y al Monte Palatino. Pero el Coliseo era tan impresionante que nos pasamos un buen de tiempo ahí. Yo sabía que el Foro Romano y el Monte Palatino cerraban a una hora ridículamente temprana, pero no sabía exactamente a qué hora. Por más que apuré a los otros, al buscar la entrada del Monte Palatino nos perdimos un poco y nos cerraron. Lo bueno es que el ticket duraba dos días y podíamos regresar al día siguiente.

Como todavía era temprano, subimos por el río Tíber hasta el Castelo Sant Angelo, una antigua fortaleza militar que hoy es museo, y donde la mayor atracción es el ángel en la punta más alta del castillo que es el ángel que sale en la portada del libro Ángeles y Demonios. Creo que tengo que releer el libro o volver a ver la película porque me emocionará saber que estuve en los mismos lugares que los protagonistas. Desde el balcón en la parte más alta del castillo también disfrutamos de una buena vista de Roma.

El tercer día regresamos temprano a ver el Foro Romano y el Monte Palatino. Tristemente no había mucho tiempo porque ese día en realidad estaba apartado para ver el Vaticano. Yo tomé fotos como loca. Irónicamente todas esas fotos que fueron a las que más ganas le eché por mi hermano fueron las que se perdieron cuando murió el disco duro de mi compu. Me arrepiento demasiado de no haberlas subido a facebook antes. Lo más curioso fue encontrar un nopal en medio del Monte Palatino! Si, un nopal ahí en la mitad de los jardines romanos, creciendo aleatoriamente en un lado.

Nos apuramos mucho y nos fuimos a los Museos Vaticanos, donde tuvimos que hacer una fila inmensa de como 2 horas, y que parecía que nunca iba a acabar. Pero al final logramos entrar, y fue muy impresionante. Había kilómetros y kilómetros de esculturas, pinturas y mapas. Y lo mas impresionante era el lujo mismo de las habitaciones. Vimos la capilla sixtina, y los frescos de Miguel Ángel, los cuales Ilse nos explico cual guía turística, porque lo acababa de estudiar en clase. Tor, Philippe y Hugo, se pasaron unos buenos 20 minutos de su experiencia en los museos vaticanos buscando una moneda mexicana de entre las miles que la gente había arrojado a una fuente cualquiera. Y la encontraron. Lástima que perdí esa foto de los tres buscando.

Saliendo de los museos vaticanos, tuvimos que hacer otra fila kilométrica para entrar a la basílica de San Pedro. Por lo menos mientras esperábamos en el frío, pudimos disfrutar del obelisco, la Plaza de San Pedro y el árbol de navidad gigante en el centro de la plaza. Cuando entramos, nos dirigimos corriendo a la cúpula porque era lo que cerraba primero. Tuvimos muchísima suerte, porque fuimos el último grupo en entrar, y fue una de las mejores experiencias del viaje.

Primero nos subieron por un elevador, el cual llegaba hasta la base de la cúpula. Desde ahí tuvimos la impresionante vista del interior de la cúpula iluminada por la débil luz que llegaba desde las lejanas velitas más cerca del piso de la basílica. Y al acercarte a la orilla del barandal circular sentías el vértigo del abismo del interior de la basílica. Apenas estábamos en la base de la cúpula y ya nos sentíamos altísimo.

Pero el viaje no terminaba allí. Después tenías que subir por unas estrechas escaleritas que iban subiendo por el interior de la cúpula, las paredes se cerraban e inclinaban cada vez más con la curvatura de la cúpula, y subías y subías en unas escaleras que parecían no tener fin hasta que te empezaba a dar claustrofobia. Y justo cuando más estrechas se volvían, de pronto encontrabas la salida y salías hasta la parte más pero más alta de la cúpula con toda la inmensidad de la ciudad de Roma frente a ti.

Después bajamos y conocimos la basílica por adentro, que con tanta altura te hacía sentir diminuto, vimos las estatuas de los papas, los ataudes con los papas fallecidos, lo cual era un poco tenebroso a decir verdad, y vimos el Baldaquino de Bernini, y la Piedad de Miguel Ángel.

Y esa fue la mejor parte del viaje. El día siguiente salimos de madrugada por tren hacia Florencia. Habíamos comprado los boletos de Trenitalia directamente de las maquinitas, y cuando llegamos a la estación nos costó muchísimo trabajo encontrar el andén de donde salíamos porque la señalización era pésima, nuestro maldito andén estaba a medio kilómetro de la estación principal, y no había un solo maldito empleado de Trenitalia que te ayudara.

Creo que la experiencia con Trenitalia fue la principal razón de que mi estancia en Italia no fuera tan agradable. Resulta que con comprar el boleto no es suficiente, sino que había que sellarlo en unas diminutas máquinas amarillas que más parecen buzón, pero nadie te avisa, en ningún lado hay señalización alguna, y en el boleto sólo hay un aviso en letras chiquitas en la parte de atrás, que obviamente no leímos. Total que nos tocó una vaca italiana de controladora, que ni siquiera nos quiso hablar en inglés aunque bien sabía y que nos cobró una multa de 40 euros a cada uno por no sellar el boleto. La multa era la misma que si no lo hubiéramos comprado, así que yo no sé porqué nos tomamos la molestia de comprarlo siquiera. Eso sí, después de que le pagamos los 40 Euros mágicamente aprendió a hablar inglés la muy cabrona. La única que se salvó fue Ilse porque estaba dormida en unos asientos que la maldita italiana hasta se saltó de revisar con tal de venir a jodernos a los turistas. Y bueno, 40 euros era una bestialidad, eran como 4 días de hostal, o de comidas, o dos o tres museos.

Me pasé todo el viaje haciendo un coraje impresionante, y cuando llegamos a Florencia ni ganas tenía de seguir turisteando. Todavía que la vaca esa nos había robado 40 euros en el tren, y encima al llegar a Florencia, cada maldita iglesia costaba. Ilse estaba muy emocionada, porque tenía muchas ganas de ver las iglesias, pero yo francamente no quería que me cobraran por entrar a ver una iglesia, que ni siquiera es algo tan padre.

En general, el sentimiento que me generó el viaje a partir de entonces es que a donde fuéramos, los italianos nos querían sacar todo el dinero posible sólo por ser extranjeros. En ningún lado daban descuentos de estudiante a menos que fueras de la UE, en los cafés te cobraban el doble que en Alemania y te daban la mitad. A Ilse inclusive le tocó que al pedir un café le preguntaron que si se iba a sentar o si se lo iba a tomar en la barra y le cobraron más por sentarse. Yo no vi que a ninguno de los italianos les hicieran la misma pregunta. En los restaurantes en Venecia te ponían un precio por platillo barato y al llegarte la cuenta te cobraban como tres cargos extras por propina, cover, y todo lo que se les pudiera ocurrir.

En Florencia fuimos a ver la galería del David, la cual también me pareció un robo, porque te cobran lo mismo que si entraras al Louvre en Paris, y pues es una galería pequeñísima que la única obra importante que tiene es el David. Y pues no es que el David no sea impresionante, pero no creo que valga lo mismo que los millones de obras importantes que contiene el Louvre.

Lo mejor de esa parte del viaje fueron los mexicanos que conocimos en Florencia, y con los cuales pasamos año nuevo. Philippe se quedó con un amigo de su exnovia, y así fue como los conocimos. Tres mexicanas de Morelia nos invitaron a su casa en año nuevo y cenamos, pasta italiana auténtica y unos chilaquiles buenísimos. Después de la cena salimos a las calles que estaban todas adornadas con luces. Había muchísma gente, y los niños te aventaban de esas bolitas que explotan super fuerte para asustarte. El cambio de año lo pasamos en la plaza de la Signoria, donde está la réplica del David. Hubo fuegos artificiales y mucha gente traía unos pequeños globos aerostáticos de menos de un metro de altura, que lanzaban al aire y subían y se seguían viendo hasta lo lejos por la velita encendida, pero algunos globos no los lanzaban bien y se quemaban. Al centro de la plaza se hizo un hueco enorme donde la gente lanzaba las botellas vacías de cerveza que se hacían añicos. Fue muy divertido, pero la ciudad quedó hecha un asco de vidrios rotos y basura después.

Visitamos muchas de las iglesias, con la decepción de que en muchas no dejaban pasar a turistas en esas fechas, y también entramos al Palacio Pitti, que no fue tampoco gran cosa. Creo que lo que más disfruté de Florencia fueron los helados. Siguiendo el consejo del Profesor Núñez probé los helados que hay cerca de Santa María Novella, que verdaderamente fueron los mejores que probé en todo el viaje.

Para ir a Venecia tomamos un tren nocturno, que juro por mi vida no lo vuelvo a hacer. Era yo creo de los trenes más viejos de Trenitalia, los compartimentos estában incómodos y la calefacción olía pésimo. El pobre de Philippe tuvo que dormir en el pasillo porque algún estúpido empleado de Trenitalia que le vendió los boletos le dijo que no podía reservar, aunque sí podía.

En Venecia mi humor estaba relativamente mejor, pero ya todos estábamos cansados, super muertos del viaje nocturno, así que turisteamos con más calma. Vimos algunas de las atracciones de rigor, como la Plaza de San Marcos, pero en general preferimos explorar por nuestra cuenta las pintorescas callecitas de la ciudad. Nos encontramos con un amigo de Hugo que estudiaba allí y nos llevó a una isla medio lejana llamada Burano, que no es una de las principales atracciones turísticas, pero que quizás por eso tenía muchísimo encanto con todas sus casitas pintadas de colores como si fuera un pueblo mexicano al estilo veneciano.

Y esa fue la última parada del viaje. Cuando llegamos a Frankfurt, después de un viaje terriblemente cansado, todos estábamos enamorados de la amabilidad de los alemanes con los extranjeros, una gran diferencia que en Italia. Tuvimos que dormir en el aeropuerto porque los trenes a Darmstadt salían hasta como las 5 de la mañana. Y el pobre de Hugo todavía tenía que ir a trabajar al día siguiente.

Pocos días después fue mi cumpleaños, el cual festejé sólo con Hugo y Tor porque no había casi nadie en Darmstadt de los demás mexicanos. Estuvo medio chafa que fueramos solo 3, pero me la pasé muy bien y comí muy rico.

Luego a mediados de enero empezó la pesadilla de la escuela. Un buen día sin razón alguna mi compu no quiso volver a prender. El disco duro simple y sencillamente murió. Lo llevé como histérica a dos lugares de recuperación de datos y en los dos, después de sacar el disco duro, intentar conectarlo a otra computadora y examinarlo un poco me dijeron que lo único que se podía hacer era pagar un montonononal de dinero para mandarlo a un laboratorio, y que tal vez, solo tal vez, podrían sacar algunos datos. La di por muerta y me compré una nueva que pues obviamente traía el bios, el teclado y el windows en alemán.... lo cual al principio fue super castroso.

Perdí las fotos del viaje que con tanto amor había sacado para mi hermanín, perdí unos videos más viejos del viaje a Frankfurt, y perdí todo el trabajo de la escuela. A partir de entonces la situación con la escuela se volvió sumamente estresante. Mi equipo de proyectos fue bastante malo. Me junté con una china y una coreana a trabajar, pensando que quizás tuviesen algunos conocimientos arquitectónicos orientales muy interesantes y diferentes a los míos, y resultó pésimo. La coreana no sabía nada de nada de nada, pero de lo que es NADA, y la china realmente no estaba dando su mejor esfuerzo porque a ella la materia la estaba tomando por gusto y no por revalidación. Además la maestra nos asignó a un alemán medio tonto, que fue como el wey que se quedó solo porque nadie más quería trabajar con él. Entonces eramos un equipo de flojos, que además hablaba cada quien un idioma diferente, trabajaba usando un software diferente (o en el caso de la coreana, simplemente no trabajaba) y para empeorarlo todo, la maestra no entendía ni pío de inglés.

Entonces para cuando se me borró el trabajo en mi computadora, claramente mi trabajo era prácticamente el único trabajo de todo el equipo, entonces no teníamos nada, y ya solo quedaba mes y medio para la entrega final. Luego me enteré de que la coreana iba apenas en su cuarto semestre (no sé que hacía metida en esa clase) y que ni siquiera sabía usar autocad, y bueno eso aunado a que tampoco era muy trabajadora ni tenía mucha iniciativa, pues volvía la situación más difícil. La china se pasó la mitad del semestre enferma, y el alemán se pasó la mitad del semestre trabajando.... pero no para nuestro trabajo, sino para el proyecto final de su novia, la cual lo cortó justo en la semana antes de nuestra entrega (claro, después de la entrega de ella), por lo cual el wey ni siquiera tenía ánimos para trabajar.

La relación con la maestra fue sumamente estresante porque le hablabas en inglés y te decía que sí, pero realmente no te entendía. Y al principio el alemán servía de traductor, hasta que me empecé a dar cuenta de que el wey era como un teléfono descompuesto que tergiversaba todo lo que yo le decía a la maestra, o lo que la maestra me decía a mí. Hubo un momento en el que hasta la maestra le preguntó ¿Yo dije eso? después de una de sus malas traducciones, en las que el wey siempre metía de su cosecha. Al final tenía que tratar de comunicarme yo misma con mi alemán malo con la maestra porque no podía confiar en las traducciones del wey.

Traté, de verdad traté, de no convertirme en la dictadora del grupo, porque yo sé que suelo ser muy mandona. Pero al final no hubo opción. A ninguno de los otros le interesaba mucho la clase y yo necesitaba no solo pasarla, sino sacarme buena calificación por la beca. Entonces al final les asigné a cada uno trabajos y tiempos de entrega y por lo menos la coreana y la china respondieron muy bien. El alemán cuando logró superar a su exnovia, ya por fin trabajó. Y la última semana todos trabajaron bastante bien. Me arrepentí de no haber sido más mandona desde antes porque me habría salvado mucho estrés y trabajo en balde.

Al final, no se ni cómo pero fuimos el mejor grupo de toda la clase. Nos sacamos 1.3 en una escala de 1 a 5, siendo 1 el más alto. Es algo así como 97. No tengo idea de cómo le hicimos, pero me sentí tan feliz que hasta salí a festejar. Invité al grupo, pero supongo que me odiaron por hacerlos trabajar porque solo fue la china. Por lo menos con ella me llevé muy bien, y espero no haberle caído muy gorda por ser tan mandona. Pero bueno, los resultados fueron buenos al final.

Esta semana se suponía que ya iba a haber acabado todo, pero todavía me falta entregar las correcciones de un trabajo en equipo que el profesor se tardó mucho tiempo en corregir. Por lo menos ya puedo dormir mis ocho horas diarias y relajarme un poco.